Las cuevas que vieron tenían muchos bichos y muchas telarañas. David que era un chico súper listo tuvo la idea de quitarse los zapatos para dejar unas huellas falsas en la entrada de la cueva para que los indígenas creyeran que habían entrado, David argumentó que los indígenas entrarían y sería la oportunidad de encerrarlos para que no les hicieran nada. Cuando los indígenas llegaron y vieron las huellas entraron sin pensarlo, los cuatro amigos estaban encima de la cueva junto a los demás pasajeros y empezaron a saltar en el techo para conseguir derruir la entrada de la cueva y así dejarlos encerrados hasta que averiguaran sus intenciones. Una vez encerrados los indígenas, los pasajeros y los cuatro niños volvieron a Arcadia (su campamento), cuando llegaron vieron que las cabañas estaban destrozadas y todos se pusieron muy tristes, aunque David e Iker no se vinieron abajo y tuvieron una idea de construir un bunker bajo tierra para que así fuera más difícil encontrarlos. Todos los miembros del campamento empezaron a construir herramientas para llevar a cabo la excavación. En el transcurso de la excavación, David grito: ¡Aquí hay un mapa de un tesoro! Todos los pasajeros acudieron a ver el mapa, el anciano Leopoldo confirmó que David había encontrado un mapa de un tesoro, sin más rodeos los cuatro niños y el anciano para cuidar de ellos, se fueron en busca del tesoro, mientras los demás pasajeros se quedaron construyendo el bunker.
El mapa les conducía hacia una cueva súper misteriosa, todos entraron detrás de Iker que era el más valiente, iban enganchados de una cuerda para que nadie se pudiera perder, cuando de repente Iker calló por una especie de tobogán y todos fueron detrás de Iker, ya que iban enganchados con una cuerda. Cuando llegaron al fondo se dieron cuenta de que dentro había muchos esqueletos de gente que también había intentado buscar y conseguir el tesoro. Samanta quería superar lo miedosa que era, y tuvo la valentía de pedirle el mapa a Iker y ponerse la primera. Miró el mapa y analizó que el túnel donde estaban salía en aquel pergamino viejo y siguieron por el túnel.
Seguían avanzando hasta que llegaron a una zona donde había piedras flotando sobre lava, era el único camino posible, por lo tanto, el anciano Leopoldo comprobó que era seguro cruzar por encima de las piedras y así lo hicieron, una vez en el otro lado se dieron cuenta que en el mapa ya no ponía más pistas y no sabían cómo continuar. De repente, a lo lejos vieron como aparecía un piano flotando con un mensaje “Este piano debéis tocar si el tesoro queréis alcanzar”. El anciano Leopoldo y los cuatro niños no sabían tocar y eso causó que los cuatro niños empezaran a llorar hasta que apareció un niño llamado Carlos que los había estado siguiendo, ese niño era de la tribu de los indígenas. Al principio se asustaron mucho, pero vieron rápidamente que era inofensivo, Carlos se acercó lentamente al piano y cuidadosamente empezó a tocarlo. De esta manera se abrió una trampilla y salió un cofre repleto de monedas de oro, todos se pusieron muy contentos y lo recogieron todo para llevarlo al campamento. Cuando llegaron al bunker, estaba casi acabado de construir y todos los pasajeros se pusieron muy contentos por los logros que habían conseguido los cuatro niños y el anciano Leopoldo. Aunque nadie sabía para que utilizar las monedas de oro, allí en esa isla no había tiendas, sin embargo, el anciano Leopoldo ya había pensado como usarlas y sería para intercambiar cosas con los indígenas que necesitaran. En ese momento, se acordaron de que Carlos, el niño indígena, estaba allí y lo presentaron al resto de pasajeros. Les dieron unas cuantas monedas de oro en señal de agradecimiento por haberles ayudado y para que los indígenas que habían encerrado en la cueva les perdonaran. Así de este modo Carlos, el niño indígena, se fue en busca de su tribu con la ofrenda de los pasajeros.
¡Qué interesante esta la historia!
ResponderEliminarHaber como continúa,tengo ganas de seguir leyéndola