En la segunda parte de la guerra. Iker y Samanta se dieron cuenta de que necesitarían trajes de camuflaje para poder esconderse y no ser vistos (usaron hojas de palmeras, hierbas secas y algunos trozos de cuerda). De repente, todos los pasajeros y los indígenas se pusieron en alerta tras escuchar el grito de Unco (el padre de Carlos, el niño indígena) ¡Nos atacan! Carlos miró hacia arriba y dijo: “Todos a sus puestos”. Todos los pasajeros cogieron sus arcos y flechas de punta de hierro y rápidamente empezaron a lanzar las flechas. Esta vez no venían dos naves si no cuatro naves.
Iker tuvo la idea de lanzar las flechas a los depósitos de combustible, varias flechas dieron en los depósitos de combustible y las naves empezaron a descender. Las naves cayeron al agua y los tripulantes fueron nadando hasta la orilla de la isla. Los nuevos huéspedes que acababan de llegar a la isla se encontraron un problema, habían caído al otro lado de la isla donde estaban los indígenas y pasajeros, por lo que se pasaron la noche andando por la isla para dar con el asentamiento y poder seguir con su objetivo. Al amanecer consiguieron dar con el asentamiento, y Samanta que esa noche estaba haciendo la guardia escuchó como uno hombre se dirigía al jefe y le decía “los hemos encontrado”. A los que el jefe respondió: “Ahora deberán escuchar los que los vigilantes del Amazonas tenemos que decirles y porque venimos de otro mundo”, así fue como Samanta vio que los habían encontrado, se enteró de como se llamaban y que venían de otro planeta.
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